Las lágrimas invisibles del mundo




Cuando escribió estos relatos –entre 1883 y 1887– Chéjov aún no era Chéjov. Estudiante de medicina y periodista en sus horas libres, publicó estos breves relatos en revistas humorísticas para ganarse unos kopeks. Y los firmó con un seudónimo: Antosha Chejonte.

Son farsas breves, sainetes con acentos vodevilescos. Nada serio, según él, que llegaría a repudiarlos, negándose a que fuesen incluidos en sus obras completas en 1907. El escritor célebre, íntimo de Tolstoi y Gorki, el dramaturgo aclamado por Moscú, debía juzgar esos bocetos de juventud indignos de su reputación. Como si, divertidos e incluso hilarantes, careciesen de la brillantez
de su genio literario.

Demasiado a menudo considerado como un autor pesimista, Chéjov tenía por el contrario una fe absoluta en el hombre (sin eso nunca hubiera sido médico). Detrás de la obsesión por la mediocridad
y el fracaso, está la compasión, el humor, pero también –y estos relatos son una muestra– la risa tranquilizadora de un autor compasivo.

En los relatos inéditos incluidos en este volumen nos encontramos con algunos temas de predilección del autor. Al hilo de las páginas, estas historias cortas, presentadas en orden cronológico, se nimban de melancolía, anunciando ya el sombrío clima
de El jardín de los cerezos.

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Anton Chejov (1860-1904)

Chéjov Las lagrimas invisibles del mundo

Autor: Anton Chéjov
Título: Las lágrimas invisibles
del mundo
Traducción: Jorge Segovia
y Violetta Beck
Nº de páginas: 128
Tamaño: 23 x 14,5 cm
Fecha de edición: 2007
ISBN: 10 84-934956-7-0