LA INFANCIA COMO IDEAL
Pablo D´Ors
Reseña aparecida en “Blanco y Negro Cultural”, diario ABC nº 615 (8 de noviembre 2003)
Ese masoquista y misógino que fue Bruno Schulz (Jerzy Jarzębski,
autor del ensayo biográfico titulado Schulz y encendido apologeta
del escritor, no estaría evidentemente de acuerdo con estos atributos)
definió espléndidamente su quehacer literario: «El tipo
de arte que me agarra el corazón es justamente una regresión,
una especie de vuelta a la niñez». [...] «Mi ideal es ser
bastante maduro para encontrar de nuevo la infancia». En efecto. Bruno
Schulz (1882-1942) fue un enamorado de la infancia, y ello no sólo
por calificar esta etapa de la vida como «La época genial»
(y éste es, sin duda, uno de sus mejores relatos), sino porque
de un modo u otro todas sus ficciones se desarrollan en la atmósfera propia
de la niñez, y porque el punto de vista es siempre
el de un muchacho frente al mundo de los adultos.
Todos sus personajes (casi siempre derrotados por la colosal
magnitud de las empresas a que aspiran), son mirados por Schulz
con ojos de niño. Ése es el caso de «El jubilado», la historia
de un viejo que logra aniñarse al matricularse nuevamente
en la escuela, hasta que, sin previo aviso, un día se lo lleva
un viento otoñal. Niños aparecen también en «La noche de julio», donde el pequeño
Józef ingresa en un rito iniciático, y en «El libro» -con que se abre la serie,
parábola de la búsqueda de un orden (mítico) para la existencia. En El
Sanatorio de Clepsidra -originalmente publicado en el 37-, puede
encontrarse el erotismo de los niños, vale decir, la incomprensible tensión del
deseo,
la caricia tierna y turbadora. Y hay, sobre todo, la búsqueda
del padre (éste es el tema del relato que da título a la obra):
un fantástico viaje para devolver a un muerto a la vida.
El ensayo de Jarzębski (uno de los pocos investigadores de la vida
y obra de ese outsider que fue Schulz) describe con rigor y amor
la obra del Schulz dibujante, antes que escritor, e insiste, en fin,
en lo breve y fulgurante que fue su carrera artística. Amigo
personal del gran escritor polaco Gombrowicz -quien no le ayudó
en la difusión y aprecio público de su obra-, la triste existencia
de Schulz transcurrió en
los turbulentos años de entreguerras, hasta que fue alcanzado por un disparo
asesino de la Gestapo.
Habiendo pasado Bruno Schulz gran parte de su vida en Drohobycz
-pequeña población al este de Polonia-, no puede extrañar que sus
narraciones rescaten el encanto de la vida popular, una vida que
el artista no pudo olvidar ni siquiera en los breves años que
residió en Viena. Por eso, si mi lectura de la colección de cuentos
El sanatorio de Clepsidra ha
sido buena -cosa de la que no estoy muy seguro-, mi opinión coincide con la de
los más acérrimos críticos de Schulz: la suya es una prosa tan bucólica y
preciosista que dificulta la comprensión de la historia y hace gravosa la
lectura. El prologuista de esta edición -Artur Sandauer- asegura que, pese
a la sobreabundancia de metáforas e imágenes, Schulz es mucho más que un autor
provinciano, desinteresado en cuestiones ideológicas y políticas.
Personalmente, son dos los rasgos que destaco de esta prosa polaca:
sus ambientes laberínticos (porque, ¿no es un laberinto
el mismo sanatorio de la Clepsidra y buena parte
de sus escenarios oníricos?) y los frecuentes defectos físicos y psíquicos que
atribuye a muchos de sus personajes (la idiota , por ejemplo, o el
retrasado mental Dodo), mediante los que logra una brillante caracterización
grotesca, que conduce tanto al escarnio como a la compasión.

A LAS AFUERAS
Vanessa Herrero
Reseña aparecida en la revista “EL CRÍTICO” de La Escuela de Letras de Madrid (marzo, 2005)
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LA VÍA PARALELA DEL TIEMPO
(EL LIBRO DE LA SEMANA)
José María Guelbenzu
Reseña aparecida en ”BABELIA”
nº 618
(EL PAÍS, 27 de septiembre de 2003)
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