En las raíces de ese nuevo texto de la prosa de Schulz yace el sueño de la renovación del mundo, un poderoso sueño capaz de admirar la inspiración y desencadenarla: la antigua creencia humana sofocada y escondida, la belleza secreta de las cosas sólo espera a alguien inspirado que la libere para desbordarse a través del mundo bajo la forma de una invasión dichosa. Esa antigua creencia de los místicos se hace carne en este libro, desarrollándose como una particular escatología en el círculo legendario cuya trama está compuesta por los fragmentos de todas las culturas y mitologías, desvelándose en una fabulística deslumbrante y enigmática. Llama la atención que esa fabulística siendo tan rica en elementos culturales tenga un carácter estrictamente particular y único, que se emplee en ella una terminología innovadora y personal, creando así un nuevo corpus compuesto por las más antiguas e inmemoriales ensoñaciones humanas. Esas ensoñaciones al liberarse de las cadenas del cuerpo, al transformar la vida con el influjo de la poesía, encontraron en la prosa de Schulz su nueva patria, su clima abonado, en el que brotan con la exuberancia de la vegetación tropical: una infancia legendaria llena de milagros, encantamientos y transformaciones. Lo extraño y lo cotidiano, la taumaturgia y la magia de la calle, el sueño y le realidad, y todo, todo entreverado en la más ocelada y la más reverberante fábula.
El gran creador es así, siempre –por cualquier lado que lo observemos- encontramos en él el mismo motivo esencial. Se encuentra en ese punto donde todos los caminos llevan a Roma, bajo la influencia de múltiples fuerzas que lo empujan en esa determinada dirección. Esa coincidencia de ciertas condiciones es tan accidental como la colaboración de algunas fuerzas de la naturaleza en la creación de un ser vivo. Y así como la perfección de un organismo vivo nos parece, posteriormente, la obra de una voluntad superior, así resulta el hecho de que para las situaciones más diversas el gran creador ofrece siempre la misma acertada respuesta, da la impresión de una armonía perfecta. Hay que tener en cuenta que, en un caso opuesto, no podría crear nada. Si una de las fuerzas favorables deja de actuar, si cambia la situación histórica, lo que quiso describir se queda -¡muy a menudo!- en algo estéril. Su genio, entonces, es el resultado de una armonía afortunada de distintos accidentes. Entre otras cosas, nos descubre la gran individualidad de Schulz su sorprendente homogeneidad; las diversas circunstancias –familiares, sexuales, sociales, histórico-literarias y estéticas- se sitúan a su alrededor, como vetas alrededor de lo esencial, como discos perfectamente concéntricos. [...] |