Ferdydurke
Ya hace muchísimo tiempo que no nos encontrábamos ante un fenómeno tan turbador, ante una carga ideológica de la envergadura de Ferdydurke, la novela de Witold Gombrowicz. Nos enfrentamos aquí, pues, a una manifestación excepcional del talento de un escritor, de una forma y unos modos novelísticos nuevos y revolucionarios, y, en fin de cuentas, de un descubrimiento fundamental: la anexión de un nuevo territorio de fenómenos espirituales, territorio hasta ahora dejado al abandono, que nadie había pisado, y donde retozaban indecentemente la broma irresponsable, el retruécano y el absurdo. * La analogía con el freudismo parece evidente. Pero Freud, después de haber descubierto el subconsciente, consiguió una curiosum psicológica, una isla, al presentarnos las manifestaciones incomprendidas y la lógica paradójica, autónoma, nítidamente cortadas, separadas por la frontera de la patología, de la corriente profunda y normal de las cosas. Ahora bien, Gombrowicz ha dirigido justamente su punto de mira hacia los procesos pretendidamente normales y experimentados, y ha demostrado que su legitimidad y su normalidad no son más que una ilusión óptica de nuestra conciencia, que, siendo ella misma el producto de un cierto amaestramiento, sólo acepta los contenidos que le son adecuados y no registra el elemento de inmadurez que envuelven con su flujo la pequeña laguna de los contenidos habituales. El ámbito del que se trata no puede ser clasificado en ninguna de las categorías del conocimiento establecido, no disponemos de ningún instrumento para analizarlo. Es ahí donde Gombrowicz ha hecho un hallazgo genial. Ha sabido utilizar el aparato psíquico que sirve normalmente de válvula de seguridad, el aislante que proteje las frágiles construcciones de lo establecido frente a la agresión de un caos subterráneo: lo cómico, la convulsión de la risa, que sacude las usurpaciones y las reivindicaciones de este elemento germinante. Y con lo cómico, en la medida en que eso es lo que toca más de cerca a ese ámbito problemático, ha incorporado un elemento nuevo de observación y registro. Lo grotesco de Gombrowicz no es otra cosa que un instrumento de resistencia y de repulsión adaptado a los fines del conocimiento. Freud nos descubrió el pequeño fragmento de ese mundo subterráneo accesible por los métodos del psicólogo, métodos con los cuales ha neutralizado la acción destructiva del ridículo y del absurdo. Y, finalmente, no abandona el plano de la seriedad científica. Ahora bien, el ataque general a ese ámbito no podía llevarse a cabo más que abandonando completamente cualquier posición de lo serio: lanzando al asalto el desencadenamiento de la risa, desatando la invasión universal de lo cómico. Se confirma que es en la seriedad científica misma, en la actitud digna del investigador, donde reside el mayor obstáculo para la desmitificación fundamental del mecanismo del pensamiento. Lo establecido y la hipocresía desenmascaradas, desarmadas, expulsadas de sus posiciones, han encontrado refugio en la seriedad de la postura del investigador. Es a ese juego del escondite al que Gombrowicz le pone término rompiendo con una audacia singular los diques de lo serio. Ha conseguido transformar el instrumento destructor en herramienta constructiva. Gracias a lo cual ha proyectado la lucidez de un sarcasmo humanizador sobre un territorio que hasta entonces no había sido objeto de ninguna elaboración por las fuerzas del espíritu humano. |